La administración del presidente Donald Trump cuestionó que las “élites” de Estados Unidos apostaron erróneamente por el libre comercio.
Estados Unidos promovió el libre comercio reduciendo aranceles, participando en la creación de instituciones como el GATT y la OMC y firmando acuerdos como el TLCAN. En el siglo XXI continuó impulsando pactos comerciales para ampliar mercados, fortalecer cadenas de valor y sostener su liderazgo económico global.
Desde 1979, el Congreso estadounidense ha aprobado 17 medidas de implementación para tratados de libre comercio (TLC) integrales y acuerdos comerciales multilaterales. Recientemente, el Congreso consideró y aprobó el Tratado entre Estados Unidos, México y Canadá (T-MEC), que entró en vigor el 1 de julio de 2020.
Libre comercio
Pero un punto de inflexión se dio con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, primero el 20 de enero de 2017 y luego el 20 de enero de 2025.
“Nuestras élites calcularon erróneamente la disposición de Estados Unidos a asumir eternamente cargas globales que el pueblo estadounidense no veía en el interés nacional”, dijo la Casa Blanca en su Estrategia de Seguridad Nacional 2025..
La Casa Blanca agregó que estas élites sobreestimaron la capacidad de Estados Unidos para financiar, simultáneamente, un enorme estado de bienestar, regulación y administración, junto con un complejo militar, diplomático, de inteligencia y de ayuda exterior masivo.
Base industrial
La administración Trump redujo su apuesta por el libre comercio al considerar que generaba déficits insostenibles, pérdida de empleos industriales y dependencia estratégica de China. Además, privilegió políticas arancelarias y acuerdos bilaterales para proteger sectores clave y reequilibrar relaciones comerciales consideradas desventajosas.
En el mismo documento, la Casa Blanca expuso “(Las élites) apostaron de forma enormemente equivocada y destructiva por el globalismo y el llamado ‘libre comercio’, lo que vació a la clase media y la base industrial de las que depende la preeminencia económica y militar estadounidense”.
Luego criticó que ellos permitieron que aliados y socios descargaran el coste de su defensa sobre el pueblo estadounidense, y en ocasiones arrastraran a Estados Unidos a conflictos y controversias centrales para sus intereses, pero periféricas o irrelevantes para los propios de Estados Unidos.
“Y vincularon la política estadounidense a una red de instituciones internacionales, algunas de las cuales están impulsadas por un antiamericanismo manifiesto y muchas por un transnacionalismo que busca explícitamente disolver la soberanía de cada estado”, dijo.