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El BAT sugerido por Trump no se ha implementado en el mundo

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El Impuesto de Ajuste Fronterizo (BAT) sugerido por el presidente estadounidense, Donald Trump, no se ha implementado por ningún país del mundo, destacó un análisis del Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques, del Senado de México.

Sólo hay tres países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) que han implementado algo cercano a un impuesto al flujo de dinero en su régimen fiscal para las empresas: México, Estonia y Macedonia, de acuerdo con un reciente estudio financiado por la Comisión Europea.

Adicionalmente, algunos países como Australia, Brasil o Canadá, han implementado impuestos similares, pero restringidos a determinados sectores de la economía o aplicables a cierto tipo de actores económicos, por ejemplo a pequeñas y medianas empresas.

Sin embargo, en ninguno de estos casos se ha incluido el componente de ajuste fronterizo, concluyó el Centro de Estudios Internacionales Gilberto Bosques.

En términos de su impacto internacional, la literatura académica distingue dos tipos de impuestos al flujo de dinero: a) basados en el origen de los bienes o en el lugar de residencia de la empresa, y b) basados en el destino donde se consumen los bienes producidos por la empresa. El impuesto propuesto en Estados Unidos se puede incluir en la segunda categoría.

Ahora bien, de implementarse tal como ha sido propuesto por la facción del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, el impuesto al flujo de dinero con base-destino y ajuste fronterizo sería el primero en su tipo en el mundo real, pues al día de hoy se limita exclusivamente a una posibilidad teórica.

Aunque el estudio de la Comisión Europea señala que, desde el ámbito teórico, se trata de una alternativa atractiva –especialmente en contextos transfronterizos donde impera un régimen de impuesto al ingreso corporativo (precisamente el escenario en Estados Unidos)–, se advierte su reticencia a recomendarlo como una “buena práctica” en vista de que no hay ninguna experiencia que lo respalde.

Según Alan Auerbach y Douglas Holtz, economistas y promotores de esta reforma fiscal, el ajuste fronterizo es esencialmente distinto a un arancel y, por tanto, no representa una medida comercial sino estrictamente fiscal. En su opinión, “los ajustes fronterizos no distorsionan el comercio, en vista de que las tasas de cambio reaccionan inmediatamente para contrarrestar el impacto inicial del ajuste”. Lo que sí hacen –y acaso por ello el presidente Trump podría considerarlo como una opción factible– es eliminar los incentivos a las empresas para mover sus ganancias hacia países con menores tasas impositivas.

Ahora bien, esta aproximación teórica está basada en algunos supuestos que no necesariamente se cumplen. En primer lugar, David Ranson del National Center for Policy Analysis califica como “un mito” al mecanismo de ajuste inmediato de la tasa de cambio que proponen Auerbach y Holtz: “el hecho de que el dólar ‘flote’ no implica que automáticamente contrarrestará el sentido del impuesto con ajuste fronterizo”.

Por su parte, William Gale del Brookings Institution cuestiona el supuesto según el cual el ajuste fronterizo no alteraría los flujos en los mercados de capital y en las decisiones de ahorro e inversión. Sin embargo, argumenta, es muy probable que ambas cosas se alteren.

En el primer caso, porque la prevista apreciación del dólar motivaría a los inversionistas a modificar su portafolio para aprovechar los ajustes en las tasas de cambio; mientras que en el segundo, el incremento en la recaudación por concepto de las importaciones gravadas mediante el ajuste fronterizo podría motivar al gobierno estadounidense a modificar su política de ahorro en el mediano plazo. Estas posibles consecuencias alterarían los resultados que la teoría económica básica sugiere.

El semanario británico The Economist también deja un espacio para el escepticismo: “Nadie sabe con seguridad lo que ocurrirá (con la implementación del ajuste fronterizo) en la realidad. Si la economía fracasara en su ajuste (por ejemplo, si el tipo de cambio no se mueve en la dirección y cantidad esperada), los importadores deberían pagar mucho más impuestos, mientras que los exportadores recibirían considerable respaldo”.

Escenarios que no se pueden descartar son, según esta publicación, la desestabilización económica de la deuda denominada en dólares en algunos países emergentes o, incluso, un incremento considerable en la inflación. Aunque se reconoce que se conseguiría eliminar los incentivos para que las compañías envíen sus ganancias fuera del territorio estadounidense, The Economist estima que hay “maneras más fáciles de alcanzar ese objetivo” sin incurrir en estos riesgos; no obstante, ninguna otra alternativa conllevaría el “presunto cumplimiento de las promesas proteccionistas” del residente Trump.

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